jueves, 23 de septiembre de 2010

mitos católicos modernos



¿Los misioneros han destruido las culturas americanas?

 Roma (Italia), 31 Ago. 10 (AICA)

 Imagen: San Francisco Solano, misionero

 Se acerca la emblemática fecha del 12 de octubre que en 1492 dio vuelta a una página de la historia universal. Ese día de aquel año un intrépido navegante, con tres frágiles carabelas, se atrevió a cruzar “la mar océana” y puso al descubierto un enorme continente hasta entonces desconocido: el Nuevo Mundo. Junto con el pendón de Castilla plantó la cruz de Cristo. Desde entonces el mundo ensanchó sus fronteras y la Iglesia se embarcó en una enorme empresa de evangelización.

     Paralelamente a la conmemoración del nacimiento de la nueva etapa de la civilización humana, desde hace un tiempo nacieron los llamados movimientos indigenistas, que con el padrinazgo de todos los enemigos de la Iglesia, de cualquier color y estructura que se quiera, renuevan cada año en ocasión de esta fecha, su reclamo en contra del recuerdo del 12 de octubre, a la que califican, sin ningún argumento valedero y con falsas teorías, como una fecha triste y hasta fatídica. Sus principales ataques son contra la Iglesia y sus misioneros, y contra España (no la actual, la de Isabel y Fernando).

     Hace unos meses la agencia Zenit difundió un interesante artículo escrito por el padre Piero Gheddo, que es oportuno reproducir en esta ocasión.

     El padre Piero Gheddo, ex director de “Mondo e Missione” y de Italia Misionera, es el fundador de la agencia AsiaNews. Como misionero, ha viajado a misiones de todos los continentes. Desde 1994 es director de la Oficina histórica del PIME (Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero) y postulador de varias causas de canonización. Enseña en el seminario pre-teológico del PIME en Roma. Es autor de más de 70 libros.

 El valor y la igualdad de la persona sólo los ha traído Cristo
     En 1970 visité, en México y Guatemala, los lugares donde floreció la civilización de los mayas, uno de los pueblos que la conquista colonial del 1500 sometió a la Corona de España y después convirtió al cristianismo, comienza su artículo el padre Gheddo.

     Con el superior de los combonianos mexicanos, que estaba buscando una misión entre los indios, visitamos algunas diócesis de los dos Estados de Yucatán y Chiapas, y las ruinas y pirámides mayas en Chichen-Itzá, Uxmal, Palenque y Tikal en la jungla tropical; admiré los restos del arte maya en los museos de Mérida y de Campeche. Me quedó un alto concepto de esta gran civilización ya desaparecida.

     No sé si habrán visto la película “Apocalypto”, producida por el famoso actor Mel Gibson (el de la película “La Pasión), que explica cómo era la civilización de los mayas antes del encuentro con los conquistadores españoles.

     Creo que da una idea muy precisa de cómo era la vida cotidiana en la civilización maya, que se considera la más refinada de las culturas americanas prehispánicas.

     Los críticos coinciden al decir que la película es excesiva en la descripción de cuerpos destripados, cadáveres rodando por las escalinatas de las pirámides o de los templos, corazones extraídos de los cuerpos recién asesinados y devorados u ofrecidos a las divinidades, escenas de violencia y de crueldad cotidiana comúnmente aceptada como costumbre tradicional.

     Sin embargo, ésta era la realidad de una civilización todavía no suavizada por el encuentro con el mensaje del Evangelio y del ejemplo de Cristo.

     En estos días, me ha llegado a las manos el fascículo de una revista católica que explica brevemente la evangelización de los pueblos latino-americanos y condena a los misioneros que han destruido las culturas locales, citando y casi añorando las culturas inca, maya, azteca.

     La cultura moderna ha idealizado las “culturas” tradicionales de los pueblos, imaginando un mundo paradisíaco, antes de que la conquista europea llevara la guerra, la violencia, la esclavitud y la masacre de poblaciones indefensas.

     La realidad es bien distinta de este cliché común de lo “políticamente correcto”.

     Como documentan numerosas investigaciones históricas recientes (en las que se basa la película “Apocalypto”), estas culturas pre-hispánicas de la América latina practicaban religiones que prescribían sacrificios humanos a los dioses de su Olimpo y en sus sociedades la vida cotidiana se expresaba en numerosas formas de violencia inhumana contra el hombre y la mujer. Por otra parte, los sacrificios humanos estaban muy difundidos en la civilización pre-cristiana en cualquier continente.

     Civilizaciones que han alcanzado altos niveles de arte, filosofía, poesía, arquitectura, pintura, artesanía, ingeniería, pero en las que la persona humana individual no tenía por sí ningún valor, era simplemente uno de tantos elementos del mundo creado.

     En la civilización pre-cristiana, existían varias formas de solidaridad familiar, tribal, nacional, pero la solidaridad con el próximo, con todo el prójimo, no era nunca universal.

     En la misma gran civilización romana, se reconocía la dignidad del “civis romanus” (ciudadano romano), pero no era la misma que la de la mujer, los esclavos y los enemigos de Roma.

     En el Coliseo, para divertir a la plebe romana, los gladiadores combatían y se mataban, los cristianos eran devorados por las fieras y los niños discapacitados eran arrojados por el Acantilado Tarpea.

     Estos conceptos, es decir, el valor absoluto de toda persona humana (del que se derivan los derechos del hombre y de la mujer) y la igualdad de todas las personas, de los que nació la civilización moderna y la “Carta de los Derechos Humanos” de la ONU, en la historia de la humanidad sólo los ha traído Cristo.

     El cristianismo ha dado dignidad y valor absoluto a toda persona humana y ha sido el gran motor del verdadero humanismo.

     Y si el cristianismo retrocede en nuestra sociedad “post-cristiana”, como quieren nuestros laicistas, esto nos lleva a un estado de barbarie, que creíamos haber superado.

     En resumen, nuestra historia, después de dos mil años de cristianismo, ¡parece haber dado marcha atrás!+

 AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente

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incrível não??? como uma possível resposta, coloco um trecho do texto de Dussel sobre a racionalidade e o mito da modernidade disponivel em http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/dussel.rtf 




III. Racionalidad e irracionalidad o el mito de la Modernidad

Si se entiende que la "modernidad" de Europa será el despliegue de las posibilidades que se abren desde su "centralidad" en la Historia Mundial, y la constitución de todas las otras culturas como su "periferia", podrá comprenderse el que, aunque toda cultura es etnocéntrica, el etnocentrismo europeo moderno es el único que puede pretender identificarse con la "universalidad-mundialidad". El "eurocentrismo" de la Modernidad es exactamente el haber confundido la universalidad abstracta con la mundialidad concreta13 hegemonizada por Europa como "centro".

El ego cogito moderno fue antecedido en más de un siglo por el ego conquiro (Yo conquisto) práctico del hispano-lusitano que impuso su voluntad (la primera "Voluntad-de-Poder" moderna) al indio americano. La conquista de México fue el primer ámbito del ego moderno. Europa (España) tenía evidente superioridad sobre las culturas aztecas, mayas, incas, etc.14, en especial por sus armas de hierro15 -presentes en todo el horizonte euro-afro-asiático-. Europa moderna, desde 1492, usará la conquista de Latinoamérica (ya que Norteamérica sólo entra en juego en el siglo XVII) como trampolín para sacar una "ventaja comparativa" determinante con respecto a sus antiguas culturas antagónicas (turco-musulmana, etc.). Su superioridad será, en buena parte, fruto de la acumulación de riqueza, experiencia, conocimientos, etc., que acopiará desde la conquista de Latinoamérica16.

La Modernidad, como nuevo "paradigma" de vida cotidiana, de comprensión de la historia, de la ciencia, de la religión, surge al final del siglo XV y con el dominio del Atlántico. El siglo XVII es ya fruto del siglo XVI; Holanda, Francia, Inglaterra, son ya desarrollo posterior en el horizonte abierto por Portugal y España. América Latina entra en la Modernidad (mucho antes que Norte América) como la "otra cara" dominada, explotada, encubierta.

Si la Modernidad tiene un núcleo racional ad intra fuerte, como "salida" de la Humanidad de un estado de inmadurez regional, provinciana, no planetaria; dicha Modernidad, por otra parte ad extra, realiza un proceso irracional que se oculta a sus propios ojos. Es decir, por su contenido secundario y negativo mítico17, la "Modernidad" es justificación de una praxis irracional de violencia. El mito podría describirse así:


1) La civilización moderna se autocomprende como más desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica).


2) La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral.


3) El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa (es, de hecho, un desarrollo unilineal y a la europea, lo que determina, nuevamente sin conciencia alguna, la "falacia desarrollista").


4) Como el bárbaro se opone al proceso civilizador, la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia si fuera necesario, para destruir los obstáculos de la tal modernización (la guerra justa colonial).


5) Esta dominación produce víctimas (de muy variadas maneras), violencia que es interpretada como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-ritual de sacrificio; el héroe civilizador inviste a sus mismas víctimas del carácter de ser holocaustos de un sacrificio salvador (el indio colonizado, el esclavo africano, la mujer, la destrucción ecológica de la tierra, etcétera).


6) Para el moderno, el bárbaro tiene una "culpa"18 (el oponerse al proceso civilizador)19 que permite a la "Modernidad" presentarse no sólo como inocente sino como "emancipadora" de esa "culpa" de sus propias víctimas.


7) Por último, y por el carácter "civilizatorio" de la "Modernidad", se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la "modernización" de los otros pueblos "atrasados" (inmaduros)20, de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil, etcétera.


Por todo ello, si se pretende la superación de la "Modernidad" será necesario negar la negación del mito de la Modernidad. Para ello, la "otra-cara" negada y victimada de la "Modernidad" debe primeramente descubrirse como "inocente": es la "víctima inocente" del sacrificio ritual, que al descubrirse como inocente juzga a la "Modernidad" como culpable de la violencia sacrificadora, conquistadora originaria, constitutiva, esencial. Al negar la inocencia de la "Modernidad" y al afirmar la Alteridad de "el Otro", negado antes como víctima culpable, permite "des-cubrir" por primera vez la "otra-cara" oculta y esencial a la "Modernidad": el mundo periférico colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, el niño y la cultura popular alienadas, etcétera (las "víctimas" de la "Modernidad") como víctimas de un acto irracional (como contradicción del ideal racional de la misma Modernidad).

Sólo cuando se niega el mito civilizatorio y de la inocencia de la violencia moderna, se reconoce la injusticia de la praxis sacrificial fuera de Europa (y aún en Europa misma), y entonces se puede igualmente superar la limitación esencial de la "razón emancipadora". Se supera la razón emancipadora como "razón liberadora" cuando se descubre el "eurocentrismo" de la razón ilustrada, cuando se define la "falacia desarrollista" del proceso de modernización hegemónico. Esto es posible, aún para la razón de la Ilustración, cuando éticamente se descubre la dignidad del Otro (de la otra cultura, del otro sexo y género, etcétera); cuando se declara inocente a las víctimas desde la afirmación de su Alteridad como Identidad en la Exterioridad como personas que han sido negadas por la Modernidad. De esta manera, la razón moderna es trascendida (pero no como negación de la razón en cuanto tal, sino de la razón violenta eurocéntrica, desarrollista, hegemónica). 

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